Los niños entre ocho y doce años comprenden ya que el esfuerzo puede compensar las carencias de capacidad y es un factor clave en la crianza de los niños para que persistan ante las dificultades.
Antes en cambio no necesitan tanto refuerzo, porque los niños más pequeños se creen capaces de todo, no se dan cuenta de sus propias limitaciones.
Si anticipamos este cambio en el desarrollo y recompensamos los esfuerzos de los pequeños, además de sus logros, desde el momento en que ingresan por primera vez en la escuela, tendrán más probabilidades de adquirir buenos hábitos de estudio y otras capacidades relacionadas con el trabajo.