Las habilidades propias de la inteligencia emocional se pueden enseñar a los niños (autocontrol, entusiasmo, perseverancia, automotivación,…) De esta manera pueden sacar el mejor rendimiento posible al potencial intelectual con el que hayan nacido. Estas lecciones emocionales impartidas en casa y en la escuela modelan los circuitos emocionales haciéndolos más aptos (o no) en el manejo de la inteligencia emocional en nuestra vida como adultos.
Lo ideal sería que nuestro sistema educativo, además de enseñar tantos datos, incluyera en su currículum la enseñanza de la inteligencia emocional: autoconocimiento, autocontrol, empatía, saber escuchar, resolución de conflictos, cooperación con los demás,…