Tanto es así que estos pensamientos repetitivos, obsesivos anulan nuestra mente para resolver otros problemas importantes o para el mero hecho de vivir.
Estamos en un estado constante de ansiedad, de preocupación perenne, que nos anula y nos hace infelices.
En estos casos bien vale recordar el proverbio chino:
“Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, no sirve de nada preocuparse.”