educación universal y obligatoria

Deseamos consumir productos, porque desde que nacemos nos han bombardeado con mensajes de compra, nos han lavado nuestra tierna mente y nos obligan a comprar y comprar, y si no lo hacemos el resto de la sociedad alineada, al servicio de los poderes fácticos, nos castiga por ser diferentes, nos aísla porque nos ve como bichos raros, gente peligrosa.

La educación es universal y además obligatoria. Nos obligan a aprender, a comportarnos, a sentir y a pensar todos igual, de forma uniforme, sin posibilidad de diferenciarnos, estaríamos al margen y seríamos perseguidos y expulsados del sistema.

Los niños al nacer son libres, son perfectos, brillantes, creativos, únicos. Son todo lo que representa la humanidad. Seres vírgenes con la capacidad de aprender, de crecer exponencialmente con cada nuevo aprendizaje. Son maravillosos, con un potencial infinito para lograr metas que nunca podremos imaginar.

niños creativos

Pero he aquí que intentamos educarles, padres, profesores, gobernantes,…

No les educamos para que expandan sus posibilidades y crezcan en su diversidad. Les educamos como a un animal salvaje, les domesticamos, les enseñamos a todos lo mismo, de la misma forma, conocimientos con los que se convertirán en ciudadanos más o menos modélicos para que se conformen con consumir y tener un trabajo más o menos decente.

Todos tienen que ser iguales. Educación obligatoria hasta los 16. Todos sentaditos, todos obedientes y sumisos. Ovejas. Sin pensamiento crítico. Luego más estudios, la universidad. O bien directamente al mercado laboral. Ovejas totalmente adoctrinadas. A trabajar y a consumir.

Es al principio cuando la mente es más flexible, en los primeros años, y nosotros nos encargamos de podar las ramas de su diversidad, cortamos su creatividad, y premiamos la igualdad.

Somos intolerantes a la creatividad, a la imaginación, a la inocencia. Estamos creando seres anodinos, seres que se pasarán su vida intentando tener una personalidad propia y no impuesta. Mentes sumisas que no se atreven a destacar o a jugar y divertirse. Todo en aras de un supuesto bien común. Pero, a qué precio.