Si los niños aprenden a enfrentarse a las dificultades de la vida desarrollarán nuevos caminos neuronales, haciéndoles más adaptables e ingeniosos.
Si los tenemos protegidos en una burbuja que les oculte la realidad a la que se van a enfrentar, estamos formando inadaptados sociales, que sufrirán y no estarán preparados para afrontar la ansiedad ni el estrés.