La semana pasada ya vimos el juego de doblar un papel con formas geométricas para crear divertidos monstruos de papel. Matemáticas, creatividad, imaginación, destreza digital, planificación,… Muchos valores que se añaden a la diversión, al esfuerzo y a la recompensa del trabajo bien hecho. Niños a partir de 8 años pueden jugar con una simple hoja de papel.
¿Pero qué pasa con los niños más pequeños? Intentarán jugar como sus hermanos mayores, tal vez frustrándose en el intento. Todavía no tienen las facultades cognitivas ni las habilidades necesarias para superar este difícil reto.
¿No será mejor adaptar el pasatiempo para que puedan jugar con sus hermanos? Tan sólo hace falta un pequeño cambio, el juego de los monstruos sin color, listo para colorear. Colorear hará que el ejercicio sea muy divertido para ellos a la vez que les ayudará al desarrollo de sus capacidades primarias. La práctica repetida de trazar y la coordinación necesaria para colorear es una tarea complicada por un cerebro que está comenzando su desarrollo. Esta psicomotricidad fina adquirida con esfuerzo, pero de forma divertida, les servirá a los niños para crear una base sólida para campos aparentemente tan dispares como el lenguaje, las matemáticas y la lógica. El ejercicio de coordinar la mano, con la vista y el tiempo, los pasos necesarios de secuenciación y planificación prepararán a la mente para tareas más elevadas.
Incluso un niño de 6 ó 7 años que ya colorea con fluidez puede disfrutar del juego y aprender nociones espaciales y matemáticas. El único requisito que le impondremos es que coloreen el papel de forma simétrica. El niño más pequeño que juegue con los colores y elija los que más le estimulen.
Un bebé al que se le priva de la posibilidad de gatear o arrastrarse, ya sea por comodidad de los padres que le encierran en un parque para bebés, o por ignorancia, es un bebé que aprenderá menos y más tarde. El dominio del cuerpo y del espacio adquirido por bebés que han gateado mucho implica niños con un cerebro más activo y con mayor capacidades cognitivas, que se traducen en mejores resultados académicos y mayor felicidad, como demuestran recientes estudios.
Al igual que el simple gateo, colorear activa la mente desarrollando neuronas y nuevas conexiones sinápticas. Y además les encanta. Los niños siempre disfrutan con lápices y colores. Esperemos que tanto ipad y smartphone no acaben con ello.
¿Quién no se ha sorprendido ya de adulto coloreando con sus hijos o con su sobrino o el hijo de un amigo? ¿A que renacen gratos recuerdos?. La memoria emocional nos traslada a la felicidad de la infancia. Colorear, recortar o jugar con plastilina nos hace ver la vida de forma más positiva, no sólo mientras jugamos, los efectos perduran mientras hacemos otras actividades más productivas. Volvamos a la niñez siempre que podamos, la felicidad nos espera.