El gran tamaño del cerebro de los humanos es el causante de nuestra apabullante diferenciación con el resto de los animales. Este incremento del tamaño fue debido por el paso al bipedismo que dejó las manos libres para usar herramientas, según unos científicos. O quizás por el paso de la alimentación exclusiva de vegetales al gran incremento de proteínas por el consumo de animales, según otros. O por el desarrollo del cerebro social, según otros estudiosos. Aspecto que nosotros también compartimos.

Fue el gran incremento de las relaciones sociales el que produjo el gran aumento del tamaño del cerebro. Al pasar a formar parte de grupos cada vez más grandes hizo que la mente humana tuviera que adaptarse, que crecer, para poder comunicarse entre ellos.

La mente social es la que causante de su tamaño. Por tanto las relaciones sociales son las que harán que usemos más la parte humana del cerebro, la última parte que se desarrolló en él.

Conversar

Una simple conversación estimula nuestra mente humana, así de fácil podemos estimular nuestro cerebro para que esté más en forma. Pero ya se ha encargado esta sociedad que nos quiere alienar de crear enemigos para comunicarnos, como es televisión. Unos amigos reunidos frente a la televisión sin comunicarse, sin utilizar sus mentes pensantes, que dormitan.

Pero hay charlas y charlas. Hay charlas edificantes que te hacen crecer, reflexionar, que te estimulan. Y hay otras intrascendentes, como hablar del tiempo y de simplezas superfluas.

También hay charlas pensadas, que en su día despertaron nuestra mente, pero que a fuerza de repetirse, y de hacerse automáticas, se hacen perjudiciales para nuestra mente, que se atrofia.

Un amigo me ha contado varias veces lo mismo, con las mismas palabras. Y seguro que se lo ha contado, exactamente igual, a multitud de personas. Una charla que era muy interesante, que hizo crecer nuestras mentes, al final, a fuerza de repetirse se convierte en intrascendente.

Y he ahí el mayor problema, nuestra mente no quiere esforzarse. Debemos luchar contra ello. Esas charlas ya no las hace el cerebro pensante, las hace el cerebro automático. Así que si notamos que estamos planteando la misma conversación, cambiémosla o enfoquémosla de otra manera. No dejemos que venza la pereza.

Las conversaciones con amigos o desconocidos pueden ser muy gratas, una forma estupenda de pasar el tiempo. Y además pueden ser muy constructivas para nuestra mente pensante.

En una charla se produce mucha actividad, mientras escuchamos lo que nos dicen, tenemos que interpretarlo, leer el lenguaje no verbal, darle forma, buscar recuerdos sobre el tema, pensar en lo que vamos a decir y en lo que no, decidir que decir y hacerlo de tal forma que sea entendido por la otra persona, que le interese, que afloren sus emociones. Todo esto se produce a la vez que estamos escuchando a nuestro contertulio. Es una actividad colosal.

Conversar es una actividad magnífica para nuestra mente. Conversemos siempre que podamos. Busquemos temas interesantes de conversación, huyamos de tópicos, pongamos coto a la televisión y a las actividades neutras que nos impiden pensar. Conversemos con cabeza.