Cuando aprendemos a resolver el famoso cubo de Rubik, pongamos por caso por el método de Jessica Fridrich, necesitamos aprender una cantidad ingente de información, de algoritmos.
Un algoritmo es la secuencia de giros y movimientos necesarios para colocar un color en su lugar correspondiente. A veces un algoritmo tiene más de una veintena de movimientos. Y hay que aprender un total de 119 algoritmos distintos. Aunque usáramos el método reducido de Fridrich la tarea sigue siendo ardua y requiere de gran paciencia y persistencia.
Estos algoritmos se aprenden a fuerza de repeticiones y repeticiones. Primero la mente interpreta las fórmulas y luego los dedos toman su lugar y actúan directamente sin ser conscientes de las fórmulas ni de los mismos movimientos que están realizando. Se hacen, sin pensar. Es cuando se obtiene la verdadera rapidez. Rapidez que puede ser tal para resolver el cubo en sólo 10 segundos. El récord está en menos de 6 segundos.
Veamos sólo uno de los algoritmos para hacernos una idea de la complejidad. La resolución de la última capa cuando sólo nos faltan por colocar las 3 últimas aristas:
- (R’ U R’ U’) (R’ U’ R’ U) (R U R2)
Que quiere decir:
- 1. Giramos el lado derecho en el sentido contrario de las agujas del reloj.
- 2. Giramos el lado inferior en el sentido de las agujas del reloj.
- 3. Volvemos a girar el lado derecho al contrario de las agujas.
- 4. Giramos nuevamente el lado inferior pero ahora en el sentido contrario.
- 1. Lado derecho al contrario.
- 2. Lado inferior al contrario.
- 3. Lado derecho al contario.
- 4. Lado inferior al sentido del reloj
- 1. Lado derecho sentido normal.
- 2. Lado inferior sentido normal.
- 3. Lado derecho doble giro.
Y ya habríamos resuelto el cubo.
Aprender uno sólo de estos algoritmos lleva mucho tiempo, mecanizarlo todavía más.
Imaginaos el esfuerzo de aprender los 119 algoritmos. Es una tarea ingente del cerebro, no ya de memorización, sino de asimilación. Cuando se asimilan los algoritmos, cuando los surcos mentales están bien cimentados, la acción es inmediata, la mente ya no piensa en los pasos, sólo actúa, es casi mágico.
Tanto es así que con el tiempo la mente olvida los pasos, olvida el mecanismo, sólo sabe hacerlo, pero no sabe cómo. Sabemos resolver el algoritmo, pero nos hemos olvidado de él. Ya no recordamos (R’ U R’ U’) (R’ U’ R’ U) (R U R2), pero sabemos resolver este caso. Es todo un misterio.
El secreto del cubo de Rubik es la velocidad, es detectar el patrón siguiente mientras todavía estamos resolviendo el anterior. Para ello la mente pensante debe estar libre, los dedos trabajan solos gracias a la automatización. Y la mente pensante se encarga, en décimas de segundo, de detectar cuales serán los siguientes movimientos de los dedos. Es un ejercicio extraordinario de agudeza mental.
Resolver el cubo de rubik es una de las tareas que hay que afrontar algún día aunque tan sólo sea para el beneficio de nuestra mente.