Volvemos al caso del león. Algo que se movía, para nuestros antepasados, era algo, o podría ser algo, muy importante, vital. Podría ser un león que nos quería comer, o una presa que podríamos comernos. O quizás una hoja que se lleva el viento. Pero la duda no es admisible.

¿Y si fuera un león?

león en movimiento

Siempre que hay un movimiento se produce una tensión, nuestra atención se dirige, ineludiblemente, a lo que se mueve, león, presa u hoja.

Nuestra mente animal pone todos sus sentidos, recordamos que en la jungla o sabana nuestra vida pende de un hilo.

Nuestra mente civilizada, nuestro raciocinio ilustrado, tampoco puede evitar mirar lo que se mueve. No decide él, decide la parte animal, la amígdala, que al estar más cerca manda antes a la acción.

¿No podría un mago hacer un truco con una mano mientras está la otra está en movimiento? ¿Quizás no descubrimos la solución de un problema porque hay conceptos móviles que requieren nuestra atención?

Siendo más sutiles. Si dos objetos se mueven, la mente (animal), mirará el que se mueve más rápido. Efectivamente, es el más peligroso para nosotros, el más interesante. Quizás miremos los dos, pero el que requiere más atención es el movimiento veloz.

el movimiento en la magia

¡Cuántas veces hemos caído en la trampa de prestar nuestras energías a lo que llama nuestra atención, a lo urgente, y no a lo verdaderamente importante!

La sofisticación del cerebro humano es tal que no sólo nos distrae el movimiento real, físico, también requiere nuestra atención, nos atrae, el movimiento imaginario.

Si en nuestra mente se mueve algo, ese algo, que no es real, también dirige nuestra atención.

Aquí nuestra pobre niña, mente humana, ha creado la idea de movimiento, pero son las emociones las que dirigen nuestra atención. Estas ideas móviles son las que nos perjudican a la hora de resolver algunos problemas.

Obviémoslas, y fijémonos en otros aspectos del problema y quizás podamos afrontar el problema desde el prisma correcto.