SIEMPRE TRES (NOTAS)

Hoy veremos una pequeña explicación de cómo funciona el cerebro de los espectadores a través del juego de magia SIEMPRE TRES. Veremos por qué motivos no descubrimos el secreto de los magos, más allás de las técnicas o habilidades de los magos.

El SIEMPRE TRES que vimos el otro día es una variación de un juego clásico que los magos vienen realizando desde hace siglos. También conocido como “Dos en la mano y una en el bolsillo”.

Lo peculiar de esta versión es que no hace falta técnicas avanzadas, lo que la hace perfecta para los magos principiantes, que tienen el lógico miedo a tener objetos ocultos en la mano. Miedo que se transmite a los espectadores que detectarán más fácilmente el secreto.

Las personas descubren nuestras tensiones, nuestros microgestos nos delatan. El estudio de la magia puede ayudar a controlarlos, minimizando nuestras debilidades y maximizando nuestras virtudes.

Lo habitual es mantener una pelotita oculta en la mano que permanecerá ligeramente abierta, en la posición de dedos flexionados, tal cual como estaría si estuviera vacía. Lo que los magos llamamos naturalidad, que es el arte de simular lo cotidiano. La mente del espectador ve la normalidad, lo que está acostumbrado a ver desde pequeño, y se relaja, no hay trampa.

El famoso dogma de la magia: “Haz que la mano tramposa simule la mano inocente”. Los magos nos pasamos muchísimo tiempo para hacer que los movimientos tramposos pasen como movimientos anodinos, iguales a los sinceros, siendo invisibles para los ojos de los espectadores más avezados.

Pero esta naturalidad sólo se obtiene con la profundización del arte de la magia. Es nuestra meta, pero de momento, bastará con seguir el método fácil, para coger confianza y familiarizarse con tener ocultos objetos. El estudio de la magia requiere seguir unos pasos que sólo la paciencia y el autocontrol permiten. Intentar correr antes que andar suele llevar al fracaso del acto mágico.

Para el éxito de este juego tan sólo hay que tener en cuenta dos premisas:

    • Siempre coge las pelotitas de la mesa con la mano que no tiene nada escondido.
    • La mano con la pelota escondida sólo saldrá del bolsillo cuando se ponga la 3ª pelotita sobre la mesa.

El espectador, de forma consciente y sobre todo inconsciente, siempre mirará la mano que se mueva. Los recuerdos atávicos de que lo que se mueve es muy importante para la propia supervivencia son ineludibles; millones de años nos los han inculcado.

Por tanto, si una mano oculta algo y la otra no, moveremos siempre la mano que no oculta nada, atraerá las miradas y las alejará de la mano “sucia”. Así conseguiremos que las posibles imperfecciones de la técnica, pelota mal ocultada, mano demasiado tensa, pasen desapercibidas. Con el tiempo, con el estudio y la práctica, podremos incumplir esta norma, cuando dominemos la naturalidad.

Lo mismo sucederá a la hora de volver a sacar la mano del bolsillo con la pelota nuevamente oculta. Esperaremos a que la mano “limpia” ponga la tercera pelota, que aparece mágicamente para sacarla. La mente de los espectadores está ocupada en la sorpresa y posterior análisis de dónde ha salido esa pelota inesperada, no tiene tiempo para pensar en la otra mano.

El problema es que con la repetición la mente se acostumbra y el asombro ya no le impacta tanto, y empieza a pensar en la otra mano como solución. Para no da lugar a esto, hemos añadido las siguientes sorpresas, la pelota es de distinto color o más grande. Son las novedades las que captan nuevamente toda la atención de la mente, dejando fuera de su escrutinio a la mano tramposa.

Estas pequeñas novedades que van apareciendo en nuestra vida son las que no nos dejan centrarnos en lo verdaderamente importante. Nuestra mente se embelesa por pequeñeces superfluas que nos atraen. Detéctalas y evítalas, la vida está llena de ellas y su única misión es seguir conduciéndote hacia una mente vaga bajo los designios del pensamiento único.

Acerca de magomadrid

Alfonso V, mago Madrid. Más de 20 años como ilusionista profesional. Impactante, cómico, original. ¡Te felicitarán! Alfonso Quinto
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