EFECTO
Una moneda desaparece al ponerla bajo el codo.
EJECUCIÓN
Haz que una moneda baile sobre la mesa girándola con los dedos.
Di que eres capaz de hacerlo sólo con el codo.
Coge la moneda con ambas manos mirando al público como en la imagen primera.
Ahora sostén la moneda en la mano derecha. Apóyala de canto sobre la mesa. El codo izquierdo se coloca sobre la moneda, la mano izquierda está cerca del cuello de la camisa.
La mano derecha suelta la moneda y ésta se queda apoyada sólo por el codo izquierdo.
Di que vas a hacer que baile, no lo hace, falla y se cae.
La mano izquierda recoge la moneda caída y la pasa a la derecha. Lo repites una vez más, fallas nuevamente.
La mano izquierda vuelve a coger la moneda. Lo vas a repetir una tercera vez, pero esta vez la mano izquierda finge pasar la moneda a la derecha, aunque la retiene.
La derecha simula poner la moneda en el codo izquierdo, mientras, la mano izquierda, con la moneda oculta, la deja dentro del cuello de la camisa.
Has estado mirando al codo para que el público lo mire también.
Retira la mano derecha para demostrar que la moneda ha desaparecido. Enseña ambas manos vacías.
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NOTAS
Aquí vamos a trabajar otro principio ineludible para la mente, la mirada. La gente mira donde mira el mago, a no ser que el mago mire al público, entonces éste le devuelve la mirada.
Si en la tribu alguien miraba atentamente algo el resto de la tribu lo miraba también.
Podría ser algo importante, cuestión de vida o muerte. Millones de años condicionados a mirar donde miran los demás, el cerebro consciente apenas puede luchar contra ello.
Por otro lado somos seres sociales, comunicativos y la mayor fuente de comunicación, más allá de las recientes palabras, son nuestras miradas. Con ellas transmitimos gran parte de la información, sentimientos y emociones al resto de las personas.
Los ojos son el espejo del alma. Si miramos a otra persona, ésta nos devolverá la mirada. También es ineludible.
Los magos hemos perfeccionado esta visión guiada para nuestro beneficio. Técnicas como el cruce de miradas son algunas de nuestras mejores armas.
El mago mira sus manos inocentes antes de hacer una trampa, atrayendo la mirada de los espectadores. Levanta la mirada hacia los espectadores que inevitablemente mirarán el mago, aprovechando este momento en que se cruzan las miradas para hacer el subterfugio.
Con el beneficio de que no sólo no se está mirando las manos, sino que la mirada está en movimiento. El cerebro está cambiando el centro de interés, y cuando se quiere dar cuenta ya es demasiado tarde para diversificar su atención. El mago no sólo dirige la mirada, sino también la mente.
La repetición es la clave del condicionamiento. El mago intenta una y otra vez hacer que la moneda baile bajo su codo, una simple excusa para debilitar la mente. La mente se cansa de ver una y otra vez lo mismo. No pasa nada importante, no pasa nada importante, y otra vez lo mismo, ¿para qué perder energías en algo que sé que no es importante?
En el tercer intento se hace la trampa. Si está bien hecha, si el movimiento es idéntico al sincero, al no tramposo, la mente está perdida, ha abandonado, se ha relajado, no busca con igual tensión el secreto. Al fin y al cabo ya vio antes el movimiento, ya lo analizó, no una, sino dos veces.
Este condicionamiento es lo que hace que cada vez usemos menos el cerebro. Nuestras vidas son repetitivas, haciendo siempre lo mismo, una y otra vez, el cerebro ya sabe lo que va a pasar, puede permitirse el lujo de no pensar.
Es el principio del fin para una mente ágil que se abandona a la comodidad del pensamiento único.
Decir que la moneda va a bailar es sólo una excusa para alejar la mente del verdadero camino, la desaparición de la moneda.
Si dijéramos que la moneda va a desaparecer atraeríamos a más miradas, estaríamos dando demasiada información.
El público prevenido podría descubrirnos. Además la sorpresa sería menor, por esperada. Ésta es una de las reglas de la magia: No anticipar el efecto.