Somos seres humanos y lo que más nos distingue del resto de animales es nuestra capacidad de aprendizaje. Nuestra capacidad y nuestras ganas de aprender.
Cuando somos pequeños somos esponjas, deseosos de aprender. ¿Cómo se hace eso? ¿Qué es eso otro? ¿Por qué? Queremos aprender, experimentar, tocar, saber,…
Los niños pequeños son máquinas de aprender. Recordamos que la primera infancia es la esencia de la humanidad, todavía no distorsionada por la educación dirigida hacia el pensamiento único.
El ser humano ama aprender. Ya se encargará el método educativo de quitarnos las ganas de ello. Muchas veces nos hace aborrecer el estudio. Nuestra esencia, el aprendizaje, ha sido abolida por el sistema. Nos han obligado a estudiar cosas que no nos gustaba.
“Es por vuestro bien, para vuestro futuro”, nos decían.
El futuro ha llegado y nos hemos dado cuenta de que lo que nos han obligado a estudiar no sirve para nada. Tan sólo para acartonar nuestra mente y hacerla predecible y mecánica.
Pero si recordamos había cosas que sí nos gustaba estudiar, que nos apasionaban, que disfrutábamos. Ése es el camino, volver a aprender, volver a estudiar lo que sea, pero con una condición, que nos guste, que nos apasione. Así su estudio será más fácil, será un placer. Porque somos humanos y a los humanos nos gusta aprender.
No hace falta aprender cosas útiles para nuestro trabajo, para nuestro futuro. Basta con estudiar lo que sea, con la única condición de que nos guste. Ya se encargará nuestra sabia mente de sacarle provecho. Será más útil tener estos nuevos surcos mentales creados que no tenerlos.
El mero hecho de estudiar hace que la mente crezca, esté ágil, preparada para resolver retos que no sería capaz de hacer si no estuviera estimulada.
Estudiar lo que nos gusta nos motiva, nos realiza, ayuda a crecer nuestra autoestima al ver que estamos obteniendo nuevos conocimientos sin gran esfuerzo. Porque al estudiar lo que nos gusta el esfuerzo percibido es menor.
Podemos estudiar cosas serias como marketing, derecho, idiomas,… O aprender hobbies, como a tocar la guitarra, a hacer magia, a bailar.
No hace falta tener examinadores, podemos ser autodidactas, hay información infinita en la red. Podemos estudiar a nuestro ritmo.
Eso sí, debemos tener una cierta constancia, imponernos metas y límites de tiempo, para no dilatarnos en el tiempo.
Podemos autopremiarnos por el esfuerzo. Pero el mejor premio es tener una mente más joven, como cuando éramos niños, y amábamos aprender.