Si hay algo que nos gusta mucho, mucho, mucho, son las animaciones, ya sean mágicas o sólo cómicas. Y entre ellas destacamos los camareros infiltrados.
Interacción con el público, mucha improvisación y situaciones hilarantes con unos invitados estupefactos que no darán crédito a lo que están viendo.
El camarero infiltrado, también llamado camarero falso, no es más que un actor que hace el papel de camarero sin que nadie de la fiesta lo sepa; a excepción de otros empleados y algún invitado cómplice que es quien ha contratado sus servicios.
Para el compinche es como una especie de cámara oculta en directo. Muchas veces les resulta imposible aguantarse la risa.
El actor debe adaptarse a los invitados, sin pasarse, midiendo sus bromas y sabiendo hasta donde puede llegar para no herir la sensibilidad de nadie. Hay que hacer gala de una gran experiencia y de mucha psicología.
Para el éxito de la animación, el camarero falso debe pasar como un auténtico camarero. Un poco torpe, o en el caso de Alfonso V, muy torpe, ¿quién ha podido contratar a semejante elemento?
Lo que nos pudimos reír en la última fiesta que Alfonso V hizo de camarero infiltrado en uno de los sitios más cool de Madrid. Una fiesta de cumpleaños donde el marido cumplía 50 años, y el gancho era su señora.
El camarero infiltrado se presenta azorado en medio de la fiesta cuando ésta lleva ya un rato empezada, con chaqueta de calle, con una bolsa cutre del lidl y jadeando por haber llegado a la carrera. Apenas sin poder hablar va entre los invitados buscando a su jefe para pedirle perdón por llegar tarde, el pobre se había perdido. Alfonso V consigue dicho estado de sofoco con una técnica que él mismo ha desarrollado, que consiste en dar dos vueltas a la manzana a toda velocidad; así es el método actoral Alfonsoslavski.
Por fin aparece trabajando ante los invitados, con su camisa por fuera, mal abotonada, una servilleta colgando de la cintura y sus zapatillas deportivas. Ya hay quien le hace alguna foto, un camarero con esas pintas bien se merece un tweet o un facebook.
Si su presencia no es la más idónea, sus habilidades como camarero son aún peores. Para él es un reto llevar una bandeja con únicamente dos vasos. Recoge los platos como si en una cuerda floja anduviera. El hecho de abrir una botella de vino se convierte en un imposible, involucrando en ello a varios bienintencionados asistentes. Incapaz de recordar quién le ha pedido las bebidas, perdiendo la bandeja una y otra vez, metiendo la cabeza en los corrillos para rellenar las copas mucho más de lo debido. Más perdido que Belén Estaban en una biblioteca.
“¿Son cómodas las zapatillas?” Claro que sí, aunque su jefe no piensa lo mismo, menuda bronca le ha echado. Si la culpa fue suya que le dijo que tenía que llevar pantalones negros y camisa blanca, y no le había dicho nada de los zapatos.
En otras actuaciones el camarero falso se presentó con pantalones blancos y camisa negra, tampoco fue tan grave el fallo.
La fiesta va avanzando y el camarero se convierte en el centro de atención. Algunos invitados le preguntan a la mujer que siendo ella tan exigente como permitía que hubiera un camarero así, que incluso le habían visto beber a escondidas. Y Alfonso bebe porque hay clientes que le tientan, le invitan y él no va a hacerles un feo.
Ya es el momento de hacer que algunos invitados, los más sagaces, vayan poco a poco descubriendo la verdadera identidad del camarero.
Para ello Alfonso retará sus sentidos, su capacidad de observación. El camarero falso hace una nueva entrada, con la barba recién afeitada, sólo con bigote. Nadie se da cuenta.
Nueva aparición, ahora con gafas rojas. “Oye tú no tenías antes gafas negras” Se atreve a preguntarle alguien, pero ahora no tiene ni barba ni bigote y de eso no se ha dado cuenta.
El in crescendo es ahora imparable. El camarero cada vez más falso, empieza a sacar gatches y objetos graciosos que lleva porque se aburre en las fiestas, y le gusta jugar.
- Un tenedor telescópico de un metro de longitud, con el que roba canapés en los descuidos de los comensales.
- Un ketchup de broma con el que finge manchar a las pobres víctimas.
- Una navaja de Curro Jiménez. La fiesta va a acabar tarde y luego tendrá que volver a su barrio.
- Unos cubiertos enganchados a un elástico que vuelven a su dueño cuando van a cogerlos.
- Un rotulador que aparenta manchar la ropa de algún incauto.
- Una servilleta llena de besos, eso explica su tardanza en aparecer.
- Una cuchara que se rompe al cogerla.
- Una botella de cocacola que al abrirse simula que su contenido sale disparado manchando a los presentes.
- Un tapper. No le gusta que se desperdicie nada. Seguro que alguien se lo come luego.
- Una petaca que saca del bolsillo para llenar con los posos de la botellas de vino.
- Una botella de agua que pone boca abajo sin que se vierta su líquido. Pura magia, demostrando que no hay ninguna clase de tapón metiendo palillos y pajitas en la botella. Eso sí, cuando va a probar algún valiente, mejor apartarse para no ser salpicado. Por si acaso ya tenía la fregona prevista.
- Gafas y más gafas de diferentes colores y formas.
- Y un cuchillo enorme que se clava accidentalmente él mismo cuando tropieza sobre alguna desafortunada inocente. Pasando luego a cortar brazos de invitados deseosos ya de tener su foto con tal personaje.
Termina el evento con el habitual show de magia para adultos de Alfonso V, más risas y más improvisación, con juegos desarrollados durante más de 20 años de estudio y perfeccionamiento.
Un show de camareros infiltrados es la mejor manera de amenizar tus fiestas, y si además es mago… ¿qué más se puede pedir?