Aunque es difícil, luchar contra una programación de toda una vida, es una lucha ardua. Los pensamientos prestados, que nos han impuesto y nos siguen imponiendo día a día con machacona insistencia, están grabados a fuego.
Esos pensamientos, comunitarios, que nuestra civilización percute a cada uno de los miembros de su rebaño, son como surcos.
Surcos profundos por el que fluyen nuestros (sus) pensamientos como si fueran ríos. Los pensamientos originales, distintos, creativos quieren abrirse paso, pero es tan fácil que caigan en uno de esos profundos surcos y acaben confundiéndose con nuestros (sus) pensamientos alienados.
Tan sólo cabe la lucha, el pensamiento forzado, que lucha contra corriente. Una lucha dura, difícil, un esfuerzo de titanes que nos grita a cada paso que abandonemos, que qué más da que pensemos como los demás. Es más cómodo, es más fácil, es lo normal.