Seguimos en el proceso de adelgazar. Hemos empezado con buen pie, estamos adelgazando, con algunos altibajos, pero adelgazamos. Y de golpe, nos estancamos, no hay manera de seguir perdiendo peso.
Como ya vimos en el post anterior, para adelgazar hay que ajustar el déficit calórico; es decir hay que comer menos de las calorias que gastamos.
Al principio es fácil. Bajas un poco la cantidad de lo que comes, siempre manteniendo bien los nutrientes. Si ves que no adelgazas bajas un poco más e incrementas el ejercicio físico, aunque sólo sea andar. Entonces verás que empiezas a bajar de peso. Si no es así, sigue ajustando. De todas formas decirte que tomando comida real es muy fácil, el cuerpo se autorregula.
Ya estás en el camino, adelgazas más o menos de forma constante. Al principio más, debido a la pérdida de retención de líquido. Luego más pausadamente, ya estamos perdiendo grasa.
Unas semanas se perderá más, otras menos, otras incluso ganaremos un poco, por estrés, retenciones, falta de descanso, por el ciclo menstrual o cualquier otro motivo.
Pero de pronto, te estancas y no hay manera de perder. Haciendo lo mismo que hacías antes no adelgazas. ¿Qué ha pasado?
Ha pasado que el cuerpo es sabio. Tu cuerpo acepta bien los periodos de hambruna, está acostrumbrado evolutivamente hablando. Siempre los hemos tenido. A excepción de los últimos años, una ventaja de nuestra civilización.
El ser humano está acostrumbrado a días, semanas y meses de escasez de alimento. Para ello tenemos nuestra reserva de grasa, para que nos sirva de sustento.
Pero si el déficit calórico es demasiado prolongado en el tiempo, el organismo toma medidas y se adapta para intentar que no pierdas más grasa. Está asustado. Piensa que si sigues así indefinidamente no acabarás bien. No sabe que te sobra grasa hasta de las orejas.
El cuerpo se adapta, baja el metabolismo, disminuye inconscientemente los movimientos que haces durante el día, las células funcionan más a cámara lenta. Así se consigue gastar menos calorías.
Por tanto ya no hay déficit calórico. Solución clásica, reducir aún más las calorías que tomas, triste luchuguita y pollo a la plancha.
Error. Tu cuerpo se asusta aún más y sigue relentizando el metabolismo. Sigue sin haber déficit calórico. Lo que hay es más hambre y ansiedad.
Así que la mejor solución es la recarga o también llamada refeed.
Refeed es aumentar las calorías que tomas un día, o un par de días. Te olvidas del déficit calórico. Habrá, en su lugar, superávit calórico. El organismo se pone contento, se recupera el metabolismo volviéndose a activar. Ya no hay carencias, no hay de que asustarse. Se vuelve a la normalidad.
Tampoco hay que ponerse ciego a comer comida basura. Hay que tener mucho cuidado, ya hablaremos en otro artículo de los cheat meals. Se debe aumentar ligeramente las calorías, mayoritariamente provenientes de comida real, aumentando más los hidratos.
Y luego, en seguida, volveremos a un nuevo déficit calórico. Y seguiremos perdiendo grasa. Hemos engañado a nuestro cuerpo y se ha olvidado por una temporada de que es una época de carestía.
Cuando en el futuro te estanques programa otro refeed breve. O mejor aún, hazlo una vez a la semana, o cada dos semanas.
Si siguieras exclusivamente con el déficit calórico, cada vez más agresivo y más agresivo, y lo prolongaras excesivamente en el tiempo, el metabolismo podría verse dañado. Además que tampoco es bueno psicológicamente. Haz recargas de vez en cuando, con comida real, y no tendrás ese problema.
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