El ambiente obesogénico es todo lo que nos rodea en nuestro entorno y en el día a día que nos hace engordar sin parar.
Nuestra civilización occidental es tan avanzada, con multitud de medios de transporte, con comodidades sin fin, con alimentos por doquier, que nos facilitan tanto la vida hasta un extremo que no es nada saludable.
Escaleras mecánicas, coches, autobuses, patinetes eléctricos, ascensores, compras online sin salir de casa, hasta te traen la comida y llevan el restaurante a tu propio domicilio. Robots de cocina, aspiradores que funcionan solos, lavadoras, secadoras, lavavajillas…El que se mueve es porque quiere, porque podemos estar todo el día sentados o acostados sin hacer nada.
Además tenemos muchas opciones de ocio sin mover apenas un músculo: televisión, videojuegos, redes sociales, Netflix,…
El sedentarismo se ha convertido en nuestra forma de vida. Un sedentarismo que hace que cada vez nos apetezca movernos menos. Una fuente auténtica de mala salud. Un hábito que nos hace además engordar.
Pero pasemos a la alimentación. La mayoría de los productos que atestan las estanterías de los supermercados son poco saludables. Sólo un 20% son frutas, verduras, carnes sin procesar, pescados, legumbres,… Estos productos sanos no tienen marketing, ni empresas que los publiciten, tienen fama de sosos y de aburridos.
El resto son productos llenos de azúcar, harinas refinadas y aceites vegetales de pésima calidad. Además incorporan muchos aditivos que no vamos a decir que son malos para la salud, por lo menos en las medidas que nos recomiendan los organismos oficiales. Pero tampoco son saludables. Y muchas veces los consumimos en exceso, ya que están en todos los productos ultraprocesados.
Ya vimos en anteriores entradas, en muchas de ellas, los motivos por los que estos ingredientes no son nada sanos. Al contrario, las enfermedades metabólicas modernas son fruto de su gran consumo: problemas cardiovasculares, obesidad, diabetes, enfermedades autoinmunes, inflamación de bajo de grado,…
La televisión nos bombardea con anuncios de productos ultraprocesados: galletas, bollería, refrescos, platos precocinados, restaurantes de comida rápida, yogures azucarados, embutidos,…
Las calles están llenas igualmente de publicidad de estos productos. Restaurantes como Telepizza, Mcdonalds, churrerías, kioskos de golosinas,…
Todo lo que la sociedad promueve es el consumo de productos nada saludables. En el cine hay que comer palomitas, con refresco y golosinas. En los cumpleaños infantiles hay que tomar dulces, pasteles, patatas fritas, chuches, nocilla. Los jóvenes quedan para comer hamburguesas de Burger king, para hacer botellón.
Los organismos oficiales nos recomiendan que hay que comer 5 veces al día, hay que comer de todo («de todo», es la peor recomendación que pueden hacer), se debe desayunar zumos, galletas, colacao. Tomar 3 lácteos. En la piramide alimenticia, promulgada por el estado, hay cereales refinados, embutidos, carnes procesadas, dulces, incluso vino y cerveza.
También nos dicen que comamos fruta y verdura y que hagamos deporte. Pero no nos ponen facilidades. Los productos saludables tendrían que beneficiarse de ayudas o exenciones. Por el contrario lo que sí tiene ayuda es el trigo refinado (recordamos que el integral paga 6% más de iva), su producción tiene ayudas de CE, al igual que la industria del azúcar y el girasol. Esto hace que estos productos, que ya de por sí son baratos, lo sean aún más. Imposible competir con su precios.
Estos ingredientes que no tienen beneficios nutricionales y favorecen la obesidad y diversas enfermedades se encuentran en todos los productos ultraprocesados de la industria. Son muy baratos y la industria lo que quiere es ganar dinero.
Sigamos con el entorno obesogénico. En los hospitales también están rodeados de productos poco sanos. Las máquinas de vending no tienen opciones saludables, ninguna. Las cafeterías ofrecen donuts, bollería, pan blanco, mermeladas, zumos,… ¿Pide unos huevos revueltos para desayunar, o una tostada integral?
Es muy difícil no comprar productos ultraprocesados, no consumir estos productos, no dárselos a nuestros hijos. Incluso cuando nos esforzamos en buscar los mejores alimentos somos engañados por alegaciones que hacen pasar productos basura por saludables: Galletas que se llaman digestive, cereales azucarados de desayuno con minerales añadidos, yogures desnatados con azúcar y vitaminas, bollycaos con hierro.
Sabiendo que nuestro entorno es así, que nos convierte en personas con sobrepeso, y obesidad, cosa que hará que el futuro seamos unos ancianos con mil y un trastornos y con limitaciones para hacer nuestro día a día; sabiendo esto, debemos tomar medidas.
El primer paso es la conciencia, y luego la acción. Descubramos cuales son los productos ultraprocesados y alejémonos de ellos. No los compremos, no los tengamos en nuestra casa. En su lugar optemos por alimentos naturales, comida real, y buenos procesados (como bolsas de ensalada, conservas, botes de legumbres, verduras y pescado congelado,…). Aprendamos a cocinar y vayamos a restaurantes que hagan la comida como hacían nuestras abuelas.
Si no compramos esos productos tan procesados, con el tiempo, la industria verá que tiene que adaptarse, que debe hacer productos más saludables. Los restaurantes volverán a hacer comida de verdad. Las máquinas de vending pondrán alguna opción que no esté atestada de ingredientes refinados. Los hospitales darán buenas comidas, los colegios enseñarán alimentación a nuestros hijos, los políticos pensarán en el bien de los ciudadanos y no en de los lobbies,…
Sí, todo esto es posible. Entre todos podemos conseguir dar el primer paso.